Recuerdo con nostalgia,nuestra primera exploración por sus calles alocadas y aromatizadas por
todas las fragancias del mundo, fue un choque de culturas y mestizaje que nos
envolvía con velos de todos los colores y continentes. Grandes avenidas que
terminaban en pequeñas callejuelas llenas de tiendas y Pubs dónde podíamos
mezclarnos con su gente y sentirse como uno de ellos. Con la cámara de fotos en mano, no
dejaba de fotografía bellas y míticas imágenes que todavía miro y sonrío al verlas. Durante
los cuatros días que estuvimos supimos aprovechar y empaparnos de todos sus encantos, de sus
pequeños y ricos mercadillos, de la majestuosidad de sus puentes y de sus joyas
arquitectónicas,de la inmensidad del Támesis y de la elegancia de los Lores, del amigable Big Ben y de las emblemáticas abadías ...Paseando por cada uno de estos tesoros históricos, sabía que estaba dejando un trozo de mí, de mi ser. Podría cerrar
los ojos y recordar cada una de las sensaciones que nacieron en mí durante este viaje pero con tan solo una me quedaría, aquella en la que supe que me quedaría encadenada de por
vida a esta ciudad...es la hora de la segunda taza de café...
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